Plaza de la República, Mexico City in April 2020
© Laure Nashed
Desde la distancia, en México, vimos cómo el virus del corona se extendía primero a Asia y después a Europa. Era cuestión de tiempo que la crisis llegara al continente americano. Este tiempo podría haberse aprovechado para aprender de los errores de otros países o, al menos, para establecer una estrategia. En cambio, el 4 de marzo, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador declaró que la gente debía seguir abrazándose y que no pasaría nada en el proceso. El mismo día, en Italia, se decidió cerrar las escuelas y universidades de todo el país.
El privilegio del distanciamiento social
El presidente era probablemente consciente de que para una gran parte de la población no es posible la oficina en casa. Según el gobierno, cerca de una cuarta parte de los trabajadores mexicanos viven del sector informal. No tienen contratos de trabajo, ni prestaciones de desempleo, ni subsidios diarios de enfermedad. Viven, por ejemplo, de los ingresos diarios de los puestos de comida. Incluso para las personas que sí tienen un contrato de trabajo, en la mayoría de los casos el salario no es suficiente para ahorrar, y mucho menos para contratar un buen seguro médico.
Capacidad totalmente insuficiente de los hospitales
Aunque la población de México es relativamente joven, con una edad media de 29 años, también tiene una de las tasas más altas de diabetes y obesidad del mundo. Millones de personas tienen aquí un sistema inmulógico débil u otros problemas de salud graves. Al mismo tiempo, la atención médica es totalmente inadecuada para la mayoría de la población. La respuesta tardía e irresponsable del presidente, que ha sido criticada internacionalmente, le costará a este país. Muchas personas se quedan sin nada. El único faro de esperanza es el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, que finalmente es tomado en serio por el presidente.
Oficina de domicilio voluntario de los arquitectos
La mayoría de los arquitectos mexicanos hace tiempo que se han resignado a no confiar en su gobierno y a pensar en el futuro. Muchos despachos de arquitectura de Ciudad de México se pasaron al «home-office» hace tres semanas. La «presión de grupo» en el ámbito de la arquitectura seguramente contribuyó a que muchos actuaran de esta manera. Hoy en día, cualquiera que reciba un salario de cualquier manera lo agradece. Después de que el gobierno mexicano declarara finalmente el estado de emergencia sanitaria la semana pasada, también ordenó la suspensión de todas las actividades no esenciales.
Paro de obras con consecuencias fatales
En Ciudad de México esto también se aplica al trabajo en las obras del sector privado. El año pasado, la industria de la construcción privada representó el 60,6% del valor total de la construcción en Ciudad de México. Sin ninguna compensación para los planificadores ni para los trabajadores de la construcción, las obras se cerraron, con consecuencias fatales para innumerables personas. Muchos constructores privados decidieron la semana pasada detener sus proyectos debido a la incierta situación. Como consecuencia, especialmente los arquitectos, que trabajan muy localmente, se vieron obligados a reducir los salarios de sus empleados entre un 30 y un 50% o a despedir a parte de su equipo de un día para otro. Sólo cabe esperar que los arquitectos mexicanos, expertos en resiliencia creativa, encuentren salidas.